viernes, 21 de enero de 2011

Encuentros

Recibí una carta de Matías. Hace tres años que no tenía noticias suyas. Él estaba en Buenos Aires trabajando como pianista en un bar, no le iba mal, hacía lo que amaba, tocar jazz, y le pagaban por ello. Más de alguna vez en mis viajes a Argentina lo fui a ver de incógnito. Aunque él me reconocía, no nos acercábamos a saludarnos. No sé por qué hacíamos eso, no tenía sentido ir y no saludarlo, pero fueron tantas veces que ya se trasformó en costumbre. Un día me lo encontré cerca del metro Los leones en Santiago de Chile, ambos no teníamos nada que hacer así que nos sentamos a conversar en un café.


- Estoy escribiendo un libro – le dije con alegría.

- Muy bien, ¿de qué se trata? – contestó él.

- Sobre un hombre y una mujer - contesté yo

- ¡Muy original de tu parte! - dijo con tono irónico -Deberías escribir sobre árboles que dan sombra en los desiertos - Se echó para atrás, sacó un cigarrillo y lo encendió. Nos quedamos callados un rato.

- Un hombre y una mujer que se enamoran bajo un árbol que da sombra en el desierto y le prometieron al árbol que el amor sería eterno y ellos se juraron fidelidad y lealtad hasta que se mueran – dijo rápidamente Matías.

- No es mala idea, deberías escribirlo tú Matías.

- Yo no tengo ese don, tú eres el escritor yo soy el músico.

- Escribe cosas con tú música entonces.

- Bueno, me tengo que ir, cuídate, en estos días te enviaré una carta. Chao

- Chao, un gusto de verte, Matías.

Saqué un cigarro, me fui a casa y no supe nada más de él hasta esta misteriosa carta que me llegó tres años después de ese encuentro. Estuve leyendo en la cocina un poco despistado, arrugué el papel por casualidad en una acción refleja inconsciente. Leí hasta un poco más de la mitad. Matías quería que quedáramos, me dio una dirección que luego busqué en internet. Cogí mis cosas, mi pendrive y salí a la calle. La idea de no ir sobrevoló en mi cabeza y entré a un bar, pedí un café. No ponía hora específica en la carta, decía cosas tan amplias como “tienes que llegar en la tardecita”. Salí del bar y vi una ambulancia loca por abrirse paso. Deambulé por calles y olvidé el verdadero motivo de mi salida.

- ¿Dónde iba yo?, ¿a qué? ¿para qué? ¿Matías? Ese loco jazzista está jugando conmigo.

Al final sin darme cuenta llegué al lugar de la cita: Funeraria Los Ángeles.

Saqué la carta de mi bolsillo la estiré lo que pude y al final decía:

SUGERENCIA: “Sal de ahí y no me vengas con chimuchinas”

No hay comentarios:

Publicar un comentario