viernes, 21 de enero de 2011

Un Blues

El auto pasó rápido por un lomo de toro que nadie notó. ¡Ouch!, rebotó una cabeza contra el techo -ten cuidado que voy arriba de Matías - dijo Rayén algo molesta. El conductor levanta los hombros como un gesto de disculpas. Todos iban con ánimo suficiente; reían a carcajadas y hablaban todos a la vez, también cantaban con un inglés de oído clásicos del rock & roll, como Faith no more o Soundgarden. Nadie entendía nada, pero iban felices. El ruido de múltiples voces conocidas en un espacio reducido no era obstáculo alguno para sentirse en armonía. De repente, casi sin previo aviso; luz roja: se formó un silencio sobrecogedor, todo se volvía a cámara lenta, las luces brillaban a los lejos y los ecos de las bocinas ensordecían a todos. Era una quietud maquinaria escalofriante; monstruos excavadores sin conductor, autos casi-chocándoles por los lados. Luz verde: ante ella desaparece un hombre honesto que les sonreía. Volvieron a avanzar, sin embargo ya no había música ni voces, todo era silencio y confusión. Descolocados llegaron al Parque O’Higgins, donde encontraron a unos marcianos tocando blues.

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